Para poder darnos cuenta de fugas de gas desde la red, tanque o cilindro, se agrega un odorante con un olor característico, parecido a una “cebolla podrida”.
¿Por qué a veces sentimos un fuerte olor a gas o algo similar a una cebolla podrida si el gas licuado no tiene olor? Te explicamos a qué se debe este fenómeno.
Para poder darnos cuenta de fugas de gas desde la red, tanque o cilindro, se agrega un odorante con un olor característico, parecido a una “cebolla podrida”.
Cuando el gas licuado se va consumiendo, este olor va saliendo también del cilindro y se consume en la combustión, porque también es combustible. Si en el cilindro queda poco gas, aumenta la concentración del odorante en el gas que se quema y es ahí cuando sentimos un mayor “olor a gas”.
El odorante es una forma eficaz de prevenir accidentes y poder detectar una fuga de gas cuando queda una llave abierta, o cuando se apaga una llama (de cocina o calefón) por corrientes de aire.
Quien añade este odorante es el proveedor del servicio que transporta el gas licuado de petróleo hasta las plantas de almacenamiento. Lo que se agrega es una cantidad muy pequeña que puede variar siempre dentro un rango controlado. Este proceso es testeado y analizado según la normativa vigente para que todo esté en orden.